Cuando sea grande quiero ser

Hace unos años, María de los Ángeles Luján llegó a la escuela Emilio Castelar para coordinar el Centro de Actividades Juveniles (CAJ). Después de hacer un sondeo en la escuela y la comunidad, se dio con una situación que se repetía y suele ser una constante en las aulas. Los jóvenes no eran lectores. Se le ocurrió, entonces, que podía generar un taller de lectura para trabajar con los chicos y chicas que cada sábado participaban del CAJ. “Al principio costó bastante porque estaba el prejuicio de que la lectura es aburrida”, contó Gustavo, el tallerista a cargo de ese espacio. Pero no tardó en llegar el entusiasmo de un grupo de jóvenes que encontró en la literatura un mundo de posibilidades creativas. Empezar a leer y enamorarse de todas esas palabras y esas historias fue solo el comienzo.

La brisa lleva las hojas de los árboles
Les miente que aprenderán a caminar.
— Simón Rodríguez *

Durante dos años trabajaron textos de autores latinoamericanos como Elsa Bornermann, Julio Cortázar, Atahualpa Yupanqui, Horacio Quiroga, Diana Bellesi, Chico Buarque y Víctor Heredia, entre otros. La selección de estos autores se realizó de acuerdo a necesidades que se iban planteando y a temas que, de alguna manera, atravesaban la vida y la cotidianidad de los chicos. Cada lectura fue disparadora y fueron aparecieron cuestiones de género, el amor, la identidad, los derechos, la diversidad. “La idea siempre fue fomentar la solidaridad, la aceptación, el trabajo colectivo, la participación de los chicos. Que ellos tengan voz”, contó María.

Así fue como nació La Curita Manchada, la editorial cartonera del CAJ. La inspiración para realizar el taller fue la editorial Eloisa Cartonera. Esta experiencia surgió en el barrio La Boca, en Capital Federal, durante la crisis económica, social y política del 2001. Hoy es una cooperativa de trabajo.

En La Curita Manchada los chicos fueron eligiendo los textos que querían editar, ya sea para atesorar, regalar o dejarlos en la biblioteca que se fue armando de a poco. Primero hicieron copias, en tamaños pequeños, de los textos que trabajaron. Luego, con cartones que los almaceneros vecinos guardaban para la escuela y otros elementos como témperas, hilos, telas y botones intervinieron las tapas para que un libro nazca. “Cada libro es único”, contó María. “Al principio los chicos no eran muy creativos con las tapas, solo pintaban franjas de colores”, agregó Gustavo. Pero después de dos años de creación y producción los libros tienen diseños que resultan un estallido de creatividad y magia. Colores y texturas componen esa tapa que antes fue un cartón.

Más que un nombre

Uno de esos sábados calurosos a los que Tucumán tiene acostumbrados a sus habitantes, Alexis llegó al CAJ. Se había caído de la moto y había improvisado un vendaje. Su mentón, un poco raspado, estaba cubierto por tres curitas superpuestas. Toda esa mañana, Alexis y sus compañeros y compañeras estuvieron creando tapas para convertir en libros aquellos textos que los hicieron pasear por mundos desconocidos. La témpera fue el elemento predilecto para intervenir el cartón.

Al final del día el grupo debía decidir un nombre para ese proyecto que ya había empezado a andar. “¿Por qué no le ponemos la Curita Manchada?”, propuso uno de los chicos mientras señalaba y se reía de las curitas de Alexis que estaban llenas de pintura. Así, en ese acto tan cotidiano y en medio de una broma, surgió el nombre para este proyecto. Pero detrás de los nombres siempre hay más que una historia. “Es capcioso también, porque una curita sana puede curar una herida. Creemos que este trabajo a partir de la literatura viene a curar ese etiquetaje social que, por ahí, el adulto le hace al chico en vulnerabilidad social. Y piensa ‘ah, ese chico va a robar’, y ¿por qué ese chico va a ser un delincuente?. ¿Por qué no puede decir ‘ese chico es un poeta’?”, dijo María de los Ángeles resignificando y llenando de subjetividad a La Curita Manchada.

Rugen los susurros
En el bautizo
De nuestras mentiras.

El silbido de la inocencia
Florecía en la transpiración
Sobre la piel que se toca
Sin fronteras.
— Ezequiel Balasone*

Cuando María comenzó este trabajo junto a sus compañeros talleristas, docentes de la escuela y directivos, la realidad era muy distinta. “Vos le preguntabas a los chicos qué querían ser cuando sean grandes y no se proyectaban o querían ser policías”. Hoy muchos de los jóvenes sueñan con ser escritores o poetas. La literatura se convirtió en el medio para transformar esa realidad social que viven los jóvenes. La que permitió que tengan una visión de futuro distinta a la que la sociedad y el sistema suele imponer. “Uno de los chicos me dijo que quiere estudiar abogacía para ser comisario. Y a mi me pareció fantástico. Un comisario poeta, le dije. Es como torcerle la mano al destino de la ley”. Una ley que suele perseguir y estigmatizar a esa juventud de los barrios.

De la lectura a la creación

Después de dos años de trabajo colectivo, el grupo de chicos y chicas del CAJ se convirtieron no solo en lectores sino también en escritores. María y Gustavo trataron de acordarse del momento en que los chicos empezaron a escribir. Les costó un poco, pero recordaron. “Un sábado de otoño estaba yendo en colectivo a la escuela y se me ocurrió escribir un pequeño haiku (**). Llegué a la escuela, se lo leí a los chicos y dijeron ‘nosotros también queremos escribir’”, contó Gustavo para quien atravesar esta experiencia también fue transformadora en lo personal. A partir de ese momento no dejaron de producir. Le escriben al amor, a la naturaleza, a los afectos, al barrio, a la soledad. “Todas las voces son distintas”, describe Gustavo, “cada uno tiene su particularidad, su subjetividad que tiene que ver con sus historias de vida”.

La Curita Manchada: Leer, pensar, crear y crecer en la escuela es el nombre del primer libro que recoge muchos de los escritos que nacieron en el CAJ. Primero en versión cartonera, luego en una edición realizada por Ediciones del Parque. La obra fue inscrita en la Ley Nacional de libros y poemas. Muchas de las poesías fueron traducidas al quechua y escritas en braille con dos objetivos: trabajar la identidad regional y la inclusión, por un lado, y que los escritos lleguen a muchas más personas, por otro. Congresos y jornadas literarias fueron los lugares donde estos jóvenes autores presentaron sus poemas y haikus. En estas instancias, los chicos pudieron compartir escenarios con otros poetas como Diana Bellesi. “En cada exposición se nota que se adueñan del trabajo. No es ese chico que te habla de memoria. Cuando te lo cuentan, lo hacen desde lo vivenciado y desde la pasión que los moviliza por ir cada sábado a la escuela y por leer, por llevar y por compartir libros”, relató María de los Ángeles. “En la última presentación los chicos anunciaron el segundo libro”, contó entre risas. “Hay que trabajar para gestionarlo”, aseguró con la convicción de quien está orgullosa del camino recorrido. Pero María no es ajena a la situación por la que atraviesan este tipo de programas a nivel nacional. “A mi me angustia el destino de este tipo de políticas educativas en las decisiones del gobierno. Son espacios maravillosos para los chicos. De inclusión, de contención. La adolescencia, de por sí, es una etapa muy complicada. De faltas, de pérdidas. Que de repente la poesía, la literatura, el deporte o alguna actividad venga suplantar esa falta y que el espacio sea la escuela, que la escuela se convierta en hogar cada sábado, me parece maravilloso”, dijo.

Cada sábado en el Centro de Actividades Juveniles de la escuela Emilio Castelar, los jóvenes forman parte de un espacio que les permite soñar. Allí la palabra circula y es escuchada. Allí la realidad se construye desde sus miradas, sus percepciones y sus formas de andar y desandar sus vidas. Pero esta construcción no sería posible sin el corazón y el compromiso que todos los días ponen los educadores que llevan adelante el proyecto. Educadores que, parafraseando a María, cada día tratan de torcerle la mano al destino de un sistema que, aún hoy, no encuentra todas las respuestas para contener a los jóvenes.

(*) Poemas extraídos del libro La Curita Manchada: Leer, pensar, crear y crecer en la escuela

(**) Se refiere a un tipo de poesía japonesa que tiene como característica ser breve y surgir del asombro y la emoción que causa en el poeta la contemplación de la naturaleza. Fuente: Wikipedia.